La Tolerancia como valor en el Grado de Aprendiz


Introducción
Ego y miedo. Comienzo con estas dos palabras porque en mi concepto es la raíz de lo que vamos a hablar hoy, y debemos empezar por la raíz del tema. Ambos inherentes al hombre se encuentran sellados a él irrevocablemente, por más ruta, camino, o trabajo que haga para liberarse (sino preguntemos en el Tíbet). El ego hace olvidar a el hombre que no existe perfección en el, hace pensar que somos mejores, unos que otros, incluso en algunas ocasiones que no existe alguien mejor que yo, profunda desviación de ese recurso humana llamado ambición, que ha hecho que la evolución de este y su mundo este en un punto tan avanzado en la actualidad. Y yo pregunto, ¿existe o existió algún hombre perfecto, puede alguien decir que no tiene errores? A ese punto quiero llegar: a la imperfección humana, y tomar a esta como base del respeto entre todos nosotros, base de la tolerancia.
Por otro lado a lo largo de la vida vamos constituyendo, como resultado de las experiencias, de la educación e influencias culturales que hemos recibido, una perspectiva o ventana, desde la cual contemplamos y valoramos al mundo. Y pregunto yo ¿quien ha sido educado, influenciado y crecido de la misma manera?


Es inevitable que cada uno vea al mundo desde su ventana o punto de vista, y en muchas ocasiones estos por ser diferentes nos producen rechazo, y esto inconscientemente es por miedo; pero sí es evitable y resulta perjudicial aferrarse a la creencia dogmática de que el propio modo de ver las cosas es el verdadero y que la visión que se tiene desde las otras ventanas es errónea e incorrecta, esto es ignorancia.


Según algunos teóricos, el miedo y la ignorancia son las raíces que causan la intolerancia y sus patrones pueden imprimirse en la psique humana desde muy temprana edad. Y se evidencia a todos los niveles desde el individual hasta escala mundial. Las personas rechazan a otras por un color de piel diferente, en la pareja se odian por las diferentes maneras de apreciar el mundo y la vida, las familias se alejan de aquellas personas de menor clase social, la comunidad ignora o desprecia a los grupos sociales que no están dentro de la esfera de los códigos morales (homosexuales y extranjeros), las ciudades pelean por recursos y riquezas naturales, gobernantes entran en conflicto por diferencias en enfoques económicos y políticos (capitalismo o socialismo), y los países están en guerra por diferencias religiosas. Todos estos ejemplos nos llevan a un segundo punto, todos pensamos diferente, el mundo es plural y esta aseveración es irrevocable (dato duro en medicina) imposible de cambiar y es obligatorio tomarlo en cuenta a la hora de hablar de tolerancia. Como escribió Octavio Paz:


Para que pueda ser, he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son, si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.


En los siguientes minutos analizaremos la evolución de este concepto a través de la historia, el contexto histórico en el cual surgió y la importancia que tuvo en la formación y génesis de la sociedad moderna, sin embargo en este trayecto descubriremos que sorprendentemente en la época actual se ha perdido la importancia de la misma y es necesario casi obligatorio rescatarla para la supervivencia del ser humano en la tierra.


Concepto y Evolución Histórica
La tolerancia, del latín tolerare (sostener, soportar) define la capacidad de un individuo en aceptar una cosa con la que no está de acuerdo. Y por extensión moderna, la actitud de un individuo frente a lo que es diferente de sus valores.


Entre las acepciones que del término Tolerancia nos da, del diccionario de la Real Academia Española, seleccionamos: 1. Acción y efecto de tolerar, siendo que tolerar, a su vez, es «sufrir, llevar con paciencia» y también «soportar, llevar, aguantar» 2. Respeto y consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque repugnen a las nuestras. En hebreo, la palabra Tolerancia (Sablanut) y Sufrimiento (Sebel) derivan de la misma raíz gramatical.


Lo cierto es que no podemos estar de acuerdo con esta definición de la tolerancia, ya que se encuentra corrupta por una parcialidad, el prejuicio de que lo que se tolera es una diferencia fundada en el error, en lo injusto, en lo que se opone a la razón. Aceptar una definición como esta, separaría la tolerancia de la intolerancia con apenas una hoja de papel, pues tan fácilmente como se mantiene tendida hacia el “error”, puede decidirse a actuar para corregirlo, y ya sabemos las consecuencias que ese tipo de actuaciones engendran.


A pesar de la gran cantidad de material escrito acerca de la tolerancia, pocas veces se nos ofrece una definición acompañada de un examen detallado de sus partes. Esto, si tenemos en cuenta que la mayoría de los autores son muy proclives a adjetivar la tolerancia (religiosa, liberal, de pensamiento, vertical, horizontal, interna, externa, estatal, del pueblo, etc.) debido al caos cognitivo en que se mueve el estudio de esta valiosa idea.
Sin embargo es importante distinguir la tolerancia de otros muchos adjetivos que incluso algunos se le adjudican como la indiferencia, sumisión, indulgencia y respeto; veamos…


La indiferencia es no sentir ni placer ni dolor, frente a lo que se percibe. No es en absoluto necesaria la tolerancia frente a cosas por las cuales no se siente emoción alguna. Por ejemplo, una persona para quien las cuestiones religiosas no son una preocupación, no puede ser calificada de tolerante en materia religiosa.


La sumisión es la aceptación bajo constricción. Para que haya tolerancia, debe existir una elección deliberada. Sólo se puede ser tolerante con aquello que uno tiene el poder de impedir, o al menos intentarlo.
La indulgencia va más allá de la tolerancia, pues es una disposición a la bondad, a la clemencia, una facilidad de perdonar, mientras que la tolerancia puede ser condescendiente.


El respeto supone que se comprenda y comparta los valores de una persona o de una idea cuya autoridad o valor actúa sobre nosotros. A través del respeto, juzgamos favorablemente algo o a alguien; por el contrario, a través de la tolerancia, intentamos soportar algo o alguien independientemente del juicio que le asignamos: podemos odiar aquello que toleramos.


La permisividad carece de valores. Los valores no son transables por las costumbres o modas del momento. No se someten al abuso de las mayorías, reales o aparentes. Lo que la mayoría hace o dice hacer no puede elevarse a la categoría de valor, aunque pese en el ambiente. La permisividad es la comodidad del momento, pero trae consigo muchas incomodidades posteriores. La permisividad es una ignorancia culpable.


Desde otro punto de vista la Tolerancia puede ser Pasiva, si se refiere al no actuar con la propia Libertad de uno frente a la Libertad de otro ser humano. El hecho que cada individuo tiene el derecho de emitir su propia opinión, de exponer sus propias ideas sean cuales fueran estas y tener la expectativa de ser escuchado y respetado por ellas, no significando esto aceptación o acuerdo por parte del escucha, es la Tolerancia Pasiva.


Tolerancia Activa es la practicada física y realmente. Es la aplicación práctica de la Tolerancia Pasiva manifestada de hecho al escuchar al prójimo, con paciencia, decir al interlocutor lo que nos parece una aberración o un desatino o una idea opuesta a la nuestra sin violentarnos, respetando a nuestros amigos y aun a nuestros enemigos Según esta apreciación, toda persona tiene derecho a criticar todas las ideas que no comparta, sin ofender los sentimientos de las personas que las profesan, para lo cual es preciso omitir toda palabra vana, ofensiva o destructiva, que pueda irritar a nuestro semejante. En este sentido, la tolerancia no introduce restricciones, sino que establece condiciones para la expresión.


Sin embargo a través de la historia el concepto y la percepción de la tolerancia no ha sido el mismo de los párrafos anteriores, y esto se puede decir que va determinado por el uso que se le ha dado de acuerdo a los intereses de la época. Ya en sus famosas Meditaciones el emperador Marco Aurelio (quien gobernó Roma desde el año 161 hasta el 180 de nuestra era) que defendió los ideales estoicos que conducen a la felicidad, dedicó uno de los doce libros que las constituían a la tolerancia; que en aquella época se acomodaba mejor en la sociedad gracias al predominio de las religiones politeístas.


Ciertamente hubo en la antigüedad muchas sociedades tolerantes, lo cual se debió principalmente al politeísmo, como acabamos de decir, y a los intereses comerciales. También se dictaron muchas leyes de tolerancia, no por considerarla un valor fundamental, sino en atención de intereses económicos y políticos. Se respetaba la libertad de culto pero acuesta de la sumisión al Cesar y de acatar las normas sociales establecidas por el sistema.


La comunidad cristiana, radicada especialmente en las clases bajas urbanas, antes duramente hostigada por el Imperio Romano en su triste etapa formativa, se vio en el transcurrir del tiempo tolerada, con un amplio poder y hacienda, y habiendo recibido múltiples beneficios jurídicos y tributarios, asume un movimiento pendular y se torna excepcionalmente intolerante, tanto que muchos autores, incluyendo la mayoría de los clásicos, como Locke, consideran al catolicismo romano como la versión paradigmática de la intolerancia, que se tornó absoluta al ser adoptada por Roma como oficial la religión católica


Así, la lucha contra las herejías desencadenada desde la caída del Imperio romano (476 e.•.v.•.) ya presagiaba para Europa largos siglos de intolerancia. Sucesos destacados de aquella intolerancia fueron las cruzadas en Tierra Santa o en Europa (catarismo), la guerra contra los infieles, la expulsión de judíos (1492) y moriscos (1609) en la península Ibérica o la práctica de las conversiones forzosas realizadas en las posesiones españolas en América.
Durante la edad media las ideas más avanzadas en materia de tolerancia fueron las de Guillermo de Occam (1300-1350) pues estableció por primera vez la separación radical entre la fe y la ciencia, y la religión y el mundo, preparando el camino al racionalismo científico y a la reforma protestante.
La Reforma protestante y la Contrarreforma hicieron de la intolerancia una práctica habitual en el s. XVII en Europa, como pusieron de manifiesto las múltiples guerras de religión y la Inquisición. Sin embargo, hubo múltiples movimientos y leyes a favor de la tolerancia, aunque motivados no precisamente por razones altruistas, sino más bien estratégicas o utilitaristas a favor de los reformistas.


Polonia, durante el reinando de Segismundo (1548-1572), fue el primer país en permitir la tolerancia religiosa. En Francia, el Edicto de Nantes (1598) impuso una efímera atmósfera de tolerancia aunque limitada hacia los protestantes, luego suprimida en 1685. El primer ideólogo importante de la tolerancia que tuvo Francia fue Pierre Bayle, quien debió abandonar el país definiéndose desde 1682 por la tolerancia religiosa del Estado y, adelantándose al ambiente de su época, fue el primer pensador de la edad moderna que incluyó también a los ateos entre las personas que debían ser toleradas por las autoridades.


La primera acta de tolerancia en Inglaterra fue elaborada en 1689, pero es de anotar en relación con este país que la pluralidad de sectas protestantes fue un factor que influyó decisivamente en una mayor apertura hacia la tolerancia de los cultos religiosos, situación que no ocurría en Francia, donde primaba una considerable mayoría católica.


Maryland y Pennsylvania fueron pioneros en la implantación de la libertad religiosa en las colonias americanas.


Hasta este punto de la historia el término estaba más ligado a la sumisión en el ámbito religioso y comercial, y hacia una tolerancia mas pasiva que activa. La aceptación de las diferencias naturales, sin entrar a adjetivarlas de correctas u erróneas, y la aplicación de esta en los diferentes ámbitos de la sociedad es el cambio principal que adquiere el concepto durante el renacimiento, donde aparecen grandes pensadores muchos de ellos masones y se forma el gran cuerpo conceptual y literario sobre la tolerancia, que aun es vigente de una manera espectacular, en nuestros días (aunque muchas personas no lo creen así).

Solo basta leer un ejemplo de la Carta sobre la tolerancia de John Locke:


“Ninguna persona privada tiene derecho alguno, en ningún caso, a perjudicar a otra persona en sus goces civiles porque sea de otra Iglesia o religión. La tolerancia no sólo debe ejercerla el magistrado, sino las propias Iglesias entre sí, pues el poder civil no les corresponde. Quien debe decidir qué Iglesia es la verdadera es sólo Dios. No se puede saber cuál lo es, y aunque se supiera, la verdadera Iglesia no tendría derecho a destruir a la otra. Ni la paz, ni la seguridad, ni siquiera la amistad común, pueden establecerse o preservarse entre los hombres mientras prevalezca la opinión de que el dominio está fundado en la gracia y que la religión ha de ser propagada por la fuerza de las armas. Lo cual quiere decir que nunca habrá paz mientras no haya tolerancia”.


Para John Locke el hombre es un individuo libre que tiene derechos naturales (entre ellos su auto conservación y su espiritualidad) que serán inviolables tanto por terceros como por un Estado. Carta sobre la Tolerancia, desarrolla el concepto de la libertad individual, criticará la intolerancia y la coacción que tanto las sectas religiosas, como el Estado, pueden llevar a cabo en contra del individuo, una de las bases sobre las que se asienta el gobierno civil de corte liberal.


En el desarrollo de este punto también contribuye John Stuart Mill, con argumentos políticos: Los males de la sociedad provienen de la intolerancia, no de la división. No es necesaria la unidad de fe y culto para mantener el orden; aún más, la tolerancia es lo que garantiza la paz social. Varios argumentos teológicos: – La Iglesia es una sociedad libre y voluntaria. La creencia y el culto han de ser sinceros. La persecución es anticristiana. Y además un argumento racionalista: La conciencia es incoaccionable. Se ha de aceptar, además, la natural ignorancia humana ante la oscuridad del mundo y se ha de confiar en las virtudes de la discusión para descubrir la verdad.
A pesar de todo esto no fue sino hasta el siglo pasado cuando La Iglesia católica aceptó abiertamente las posturas de tolerancia religiosa a través de la encíclica Pacem in terris (1963) de Juan XXIII y la declaración de libertad religiosa formulada por el Concilio Vaticano II (1965); pero distingue entre tolerancia dogmática, eclesiástica y estatal. Es obvio que ninguna religión puede ser tolerante internamente en relación con los dogmas, pues tendería a desnaturalizarse, pero sí es entendible y útil que promueva la tolerancia estatal respecto de otros cultos, sin embargo aquella encíclica continúa acentuando el fundamento de la tolerancia en el error.


En relación a tolerancia política y sociedad hay algunos tópicos a explorar. En una democracia pluralista una sociedad no puede coexistir sin una tolerancia entre los partidos dominantes y las minorías. Trutz Rendtorff define la tolerancia política como la expresión de responsabilidad en lo referente a la autonomía del ciudadano con respecto a la mayoría y las minorías en una democracia. Para Rendtorff la tolerancia es un criterio ético que determina la capacidad de tradición política de la sociedad. En una sociedad donde no se practique la tolerancia política las minorías de verán obligadas a pasar a la clandestinidad política, pero igualmente las minorías deben respetar las decisiones de la mayoría en tanto se mantengan dentro de la legitimidad constitucional. La tolerancia es la facultad de comprender mediada por el respeto por el otro y reconocimiento de las minorías, ese es el presupuesto fundamental que legitima la democracia.


El pluralismo cultural como alternativa para la construcción de una cultura de la democracia requiere desarmarnos frente al otro. No verlo como enemigo, como amenaza, ni siquiera como objeto de observación o conocimiento, sino como otra fuente para la comprensión de la realidad. Se requiere de instaurar el diálogo para resolver las diferencias con los demás. El diálogo supone estar en un mismo nivel de igualdad. No se puede dialogar entre un superior y un inferior: entre quien posee la verdad y quien está sumido en el error. El diálogo es imposible si no se dan las condiciones de igualdad entre quienes dialogan. Creo que este aspecto de la tolerancia es el más importante desarrollar en nuestro país actualmente y que maravilloso seria lograrlo.


Desde el punto de vista médico en la universidad de Michigan, se realizo un estudio donde aseguran, según los datos estudiados, las personas que refirieron sentimientos más negativos, además de preocupación y tristeza, mostraron un nivel peor de salud, mientras que aquellos más flexibles y tolerantes se encontraban mejor físicamente y más saludables (estudio realizado con 71 varones y hembras). Estos datos sumados a otros recientes estudios, en el que se concluía que la risa beneficia al funcionamiento del corazón, añadimos otra razón para tomarnos la vida con más sentido del humor y tolerancia.


La Tolerancia como valor en la Masoneria
La Masonería como sociedad de hombres libres y de buenas costumbres, altruista, filosófica, progresiva y discreta, que ha sido una histórica abanderada de la tolerancia, la define, aunque no de modo oficial ni mucho menos dogmático, como un hábito, el de respetar las opiniones en cualquier materia La tolerancia para el masón representa la más importante de las virtudes ella es el límite de otros conceptos importantes como son la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, permitiendo que la Armonía pueda reinar en los Templos Masónicos.
El Masón François Marie Arouet le Jeune, más conocido como Voltaire, es claro cuando afirma: «No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero estoy dispuesto a morir por defender su derecho a decirlo». Siendo así, la tolerancia no debe tener límites. Limitarla en cualquier circunstancia es caer en el terreno de la intolerancia.


Para una institución de librepensadores, como es la Masonería, la exposición de las ideas no tiene restricciones. El trabajo en Logia se alimenta permanentemente de opiniones diversas. En nuestros Templos, una verdad singular puede ser abordada desde distintos puntos de vista, que pueden ser complementarios. En la Orden sabemos que nadie está en posesión de la verdad, sino que todos estamos ávidos de encontrarla, para lo cual nos preparamos diariamente con disciplina de trabajo, aprendiendo a pensar cada uno por sí mismo, mediante la vía de la reflexión y el discernimiento.
Es siempre presuntuoso convertirse en juez de una opinión, cualquiera que ella sea. Todas las maneras de ver divergencias son igualmente respetables cuando emanan de personas sinceras. Ellas expresan la verdad bajo los diferentes aspectos que puede tener en razón de los múltiples puntos de vista de que es susceptible de ser considerada. Se encuentra, pues, como se menciono anteriormente, una parte de la verdad en todas las opiniones. Nadie está en el error absoluto y nadie, por otra parte, puede enorgullecerse de poseer la verdad perfecta. Seamos, pues, indulgentes y no pidamos a los demás que vean las cosas como nosotros mismos. Las inteligencias son débiles y no se aproximan a la Verdad sino recorriendo una serie de etapas que es preciso alcanzar una a una.


Con todo esto es importante mencionar que el aprendiz masón no debe ser solo un hombre inteligente, debe poseer una inteligencia ampliamente abierta a todas las ideas susceptibles de provocar una modificación en las convicciones presentes. El que tiene sus ideas estancadas y trata de conservarlas no es un hombre de progreso: es un pontífice que cree que sabe y que tiene fe en su infalibilidad. Si la iniciación no logra desengañarlo es porque cierra los ojos y tiende a permanecer Profano. No rechacemos, pues, nada “a priori”. Toda prevención, todo prejuicio, se opone a nuestra imparcialidad.


Surge entonces la siguiente inquietud: Si en la Logia se puede convivir en paz y armonía con personas de distintas creencias e ideologías, ¿por qué en las sociedades no Masónicas no se puede tolerar a un ser humano que piense diferentes? La respuesta está en que el dogmatismo y el autoritarismo consideran que sus puntos de vista son absolutamente incuestionables y por tanto no se pueden permitir los argumentos contrarios. Para la Masonería, en cambio, todos los temas están abiertos a la discusión. Todas las opiniones están expuestas a la contradicción y a la duda. Lo único que la Masonería excluye es el empleo de métodos que riñan con el respeto al acto libre del conocimiento, y por tanto que traten de imponer una idea a los demás por la coacción física o mental. La Masonería tiene métodos adquiridos por la civilización para enfrentar las convicciones que consideremos erróneas. Ellos son: la persuasión, la acción de palabra y obra, la discusión, el diálogo y los argumentos. De esta manera, la tolerancia constituye un medio eficaz de convivencia y, por tanto, de posible eliminación de las violencias provocadas por la obcecación política y el fanatismo religioso.


Así, me atrevería a decir que es necesario que nuestra obra rebase los límites mismos de la Francmasonería, que seamos los primeros en demostrar nuestra entera libertad viniendo en ayuda de cualquiera, no importa su condición, no importa si se trata de masones de la misma Logia, del mismo rito, o aun completamente extraños a la Masonería
Es típico ver en el suelo de la Logia el pavimento mosaico, que nos muestra la existencia de elementos contrapuestos y esto no significa necesariamente antagonismo, sino complementariedad y no exclusión de nadie, lo que hace que las opiniones de todos resulten necesarias para ir progresando. Esto es un punto de vista importante ya que con este enfoque, llevaremos el respeto más allá del significado que tiene en estos momentos, volviendo al principio y desde un punto de vista muy egoísta, engañemos al ego que es inherente en nosotros y veamos cualquier opinión o punto de vista por más sencillo o diferente a nuestra moral, como una oportunidad para mejorar, desarrollar y ampliar nuestro intelecto.


Podría decir, con el permiso de todos los presentes por el símil, si la masonería es un cuerpo, la tolerancia es la sangre que nutre, que comunica y que permite el desarrollo y mantenimiento en armonía de cada uno de sus órganos y células que somos nosotros y nuestras logias, sin ella al igual que sin la sangre, la vida de este cuerpo es imposible.


Conclusión
Para concluir, podríamos definir la tolerancia como un derecho, una virtud y un camino ético, que se configura con el respeto por la opinión ajena sin valorarla de correcta e incorrecta, siendo esta manifestación de la diversidad humana y de su imperfección; siendo límite el bien común, y que no necesariamente exige reciprocidad. La tolerancia es así un arco que se asienta sobre los pilares del conocimiento y de la libertad.


A pesar de ser un término tan hermoso y complejo muchas veces es menospreciado y desvalorizado por el ser humano a tal punto, que es mucho más famosa su antónimo: la intolerancia, palabra que escuchamos más a menudo e invoca pocas soluciones, sin saber que la tolerancia sin lugar a duda (como escribió Voltaire en su diccionario filosófico)

“Es nada menos que la panacea de la humanidad. Todos los hombres estamos llenos de flaquezas y errores, razón por la cual debemos aprender a perdonarnos recíprocamente, como dicta la primera ley de la naturaleza. La discordia es la gran calamidad que padece todo el género humano y la tolerancia supone su único remedio.»


R J GÁMEZ D.
Caracas 19 de Marzo de 2010
S.:F.:U.:

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