La igualdad es el principal principio de la organización de la sociedad política democrática.
Por esa necesidad accedemos a recortar nuestras libertades individuales donde tocan las de los otros, y se definen en derechos y obligaciones que son normas para todos.
No hay auténtica libertad sin igualdad; y la igualdad sin libertad es un engaño.
Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integren sean reales y efectivas;…
La laicidad del Estado trasciende los particularismos. Se sitúa en el ámbito público, en el ámbito de la igualdad de las libertades.
Se ha llegado a calificar a la laicidad como la ética de la igualdad política de todas las diferencias. «El derecho a la diferencia sin diferencia de derecho”.
La igualdad no tiene nada que ver con la uniformidad. El individuo es el sujeto de los derechos fundamentales; y la Libertad de Conciencia reclama que cada uno pueda desplegar y ejercer su singularidad.