Q.·. H.·. Edgar Perramón Quilodrán, M.·. M.·.
R.·. L.·. Lautaro 197. Or.·. de Caracas, Venezuela.
Las condenas en contra de la Masonería comenzaron 15 años después de promulgada la Constitución de Anderson, en 1723.
En 1737, una conferencia extraordinaria del Santo Oficio, probablemente presidida por Clemente XII, lanzó la primera condenación. En 1738, el mismo Papa Clemente XII, ya de 86 años, lanzó la primera encíclica en contra de la Masonería. En 1751, apareció la segunda encíclica, “Providas”, de Benedicto XIV, que creó los primeros mártires del Arte Real. En 1814, apareció la tercera encíclica en contra de la Masonería por parte del Papa Pío VII, quien, dos años más tarde, el 12 de abril de 1816, condenó, también, la emancipación americana.
En 1825, la “Quograviora mala” de León XII fue motivo suficiente para ahorcar a siete masones españoles. El mismo Papa, en una encíclica del 24 de septiembre de 1824, en favor de la dominación de Fernando VII, había condenado la Independencia de América.
Pío VIII y Gregorio XVI condenaron, oficialmente, a los francmasones. Pío IX, que gobernó a la Iglesia Católica durante 32 años, entre 1846 y 1878, período en que se produjo la pérdida de los Estados Pontificios, condenó a la Masonería no menos de ocho veces en encíclicas y alocuciones.
“Humanum Genus” del Papa León XIII, en 1884, renovó el anatema pontificio, ruta que también siguió su sucesor Pío X, que, en los 11 años de su pontificado, entre 1903 y 1914, estigmatizó a la Francmasonería como “obra del diablo” y “peste impura”.
El Congreso Antimasónico de Trento, Italia, en 1896, acordó, también, combatir la “infame secta”.
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