Francisco de Miranda Rodríguez partió de Caracas a los 21 años, en enero de 1771, e ingresó a la Masonería, probablemente en Madrid, a los 23 años.
Fundó en Londres, en 1798, la Gran Reunión Americana, una logia para la emancipación continental, con sucursales, las Logias Lautarinas, que se establecieron en Europa y América, entre 1800 y 1823, en París, Madrid, Cádiz, Buenos Aires, Mendoza, Santiago de Chile y otras ciudades. Por la Gran Reunión Americana y las Logias Lautarinas pasaron casi todos los próceres latinoamericanos que combatían por la independencia americana.
No hay documentos ni diplomas masónicos del Precursor, pero los testimonios personales abundan, particularmente sus visitas a las Logias de Oslo (Noruega), Gotemburgo (Suecia) y Amberes (Bélgica) como el mismo lo señala. (Miranda, o,c., III, 60,81,86 y 335). Hablaba seis idiomas.
Miranda es el primero que tiene una concepción unitaria de Hispanoamérica y el primero que habla en nombre de América.
A Miranda se deben las primeras expediciones libertarias de Venezuela el 27 de abril de 1806 en Ocumare de la Costa y el 3 de agosto del mismo año en la Vela de Coro. Y a Miranda se debe la primera bandera, que iza a bordo del buque “Leandro” –como el nombre de su hijo mayor- el 12 de marzo de 1806, frente a las costas de Haití. En el mismo barco viene la imprenta que servirá para reproducir la “Proclama a los pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano”.
Miranda murió en Cádiz, como reo de Estado, a los 66 años, el 14 de julio de 1816, después de una larga y dolorosa agonía, de tres meses y diecinueve días en la enfermería de la cárcel. Dos años antes, el 5 de enero de 1814 había sido encarcelado allí, “pagando en sacrificio –como dice Mariano Picón Salas- su amor por América y por la Libertad”.
20 años más tarde, los franceses grabaron su nombre en el Arco de Triunfo y 79 años más tarde, Venezuela erige, en el Panteón Nacional, un cenotafio, decretado por el Presidente Joaquín Crespo Torres, distinguido miembro, también, de la Masonería, el 22 de enero de 1895, y es obra del artista Julio Roversi.
Simón Bolívar Palacios ingresó a la Masonería a los 21 años, en Cádiz, en su segundo viaje a Europa, en enero de 1804, ya viudo de María Teresa Toro, que había fallecido, en San Mateo, a 91 km. de Caracas, en enero de 1803, después de ocho meses de su matrimonio.
Humboldt le regaló al joven Bolívar, en su primer viaje a Europa, en 1799, en París, un libro sobre «Los altos grados de la Masonería», impreso en 1774; debió ser el inicio de su interés por la Masonería.
Bolívar hizo intensa vida masónica en París, donde participó activamente en la Logia San Alejandro de Escocia, el primer y tercer miércoles de cada mes. El 11 de noviembre de 1805 recibió el Grado de Compañero y, antes de terminar el año de 1806, en fecha que no ha sido posible precisar, era promovido al último de los tres grados simbólicos de la Masonería, el de Maestro.
El escenario físico de la acción de Bolívar en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia fue de más de 5 millones de Km.2, equivalente a 23 países de Europa o al doble de los desplazamientos de Napoleón.
El Libertador participó en 79 batallas y cabalgó 64.000 Km. en 25 años de lucha y sacrificio. Dejó no menos de 10.000 documentos, 2.052 cartas y 193 proclamas.
El Manifiesto de Cartagena (15 de noviembre de 1812); la Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815); y el Discurso de Angostura (15 de febrero de 1819), hoy Ciudad Bolívar, son elocuentes y notables testimonios del pensamiento masónico de libertad, unidad e integración de Bolívar.
La vida masónica activa de Bolívar fue breve, pero supo dejarle huellas profundas e indelebles. El 3 de diciembre de 1814, fue excomulgado por un edicto de los gobernadores del arzobispado de Bogotá, los canónigos Juan Bautista Pey y José Domingo Duquesne y, más tarde, el 4 de agosto de 1829, fue calificado de liberal y ateo por la Sagrada Congregación de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios del Vaticano, en su sesión 116.
Al medio día del 17 de diciembre de 1830, muere Bolívar en la Quinta de San Pedro Alejandrino, a 5 KM. de Santa Marta, en Colombia, adonde había llegado el día primero, en el bergantín nacional “Manuel”, desembarcando a las 7.30 de la noche. Su médico francés, de 34 años, Alejandro Próspero Reverend y amigos leales y generosos, casi todos extranjeros, están a su lado. Se fue con una camisa del General José Laurencio Silva, masón como él, porque las suyas estaban rotas.
Su leal y sabio amigo, José María Vargas, el Presidente de 1835-1836, también masón, va a ser su albacea testamentario, encargo que cumple con notable acuciosidad.
Mientras muchos se regocijaban por la muerte del Libertador, los periódicos de Londres, Nueva York y «El Araucano» de Santiago de Chile del 16 de abril de 1831 decían que Bolívar era una figura gloriosa.
Chile decretó entonces duelo nacional de 8 días y los funcionarios públicos chilenos vistieron de luto como «profundo dolor por tan triste pérdida» y «gratitud por la larga carrera de servicios gloriosos prestados a la independencia americana» por el Libertador Simón Bolívar. Además, no se olvidaba el fraterno y solidario discurso que Bolívar pronunció en Lima en homenaje a Bernardo O’Higgins, el 7 de septiembre de 1823, en el agasajo que las autoridades peruanas ofrecían al desterrado Libertador de Chile, que con singular abnegación cívica había abdicado al mando supremo el 28 de enero de 1823. Bolívar siempre había destacado «la afinidad de principios» que lo unía con O’Higgins.
12 años después, sus restos fueron sepultados en la Caracas de su país natal, el 17 de diciembre de 1842, en la segunda Presidencia del general Páez.
Andrés Bello López ingresó a la Masonería en Londres, a los 29 años, en 1810. Allí vivió 19 años hasta su partida a Chile, en 1829.
Con Bolívar y Luis López Méndez, Bello llegó a Porstmouth, en el bergantín «Wellington», de la Armada británica, el 10 de julio de 1810. Tres días después estaban en Londres, en la casa de Miranda, donde de inmediato se incorporan a esa logia para la emancipación continental que fue la Gran Reunión Americana.
Hermoso el tributo de Bello a Miranda: «Con reverencia, ofrezco a tu ceniza/ este humilde tributo, y la sagrada/ rama a tu efigie venerable ciño».
En Chile, el sabio e insigne Maestro de América, fue el primer Rector de la Universidad de Chile y lo será hasta su muerte; fue redactor del Código Civil de la República; senador, investidura que mantuvo por 28 años hasta su muerte; y el Congreso Nacional le otorgó la nacionalidad, el 12 de octubre de 1832, sin que perdiera la suya.
Don Andrés Bello vivió 36 años en Chile y murió a los 84, el 15 de octubre de 1865. Ilustres bellistas han dicho que la enorme obra de Bello, no fue fruto exclusivo de su inteligencia formidable, sino que también “Chile dio la oportunidad, recibió la enseñanza, aprovechó sus esfuerzos, estimuló sus iniciativas y maduró su obra» (Rafael Caldera, El Nacional, 22.11.80).
Simón Rodríguez –su verdadero nombre era Simón Carreño Rodríguez– ingresó a la Masonería probablemente en La Guaira, en 1797, a los 26 años, iniciado por los cuatro masones españoles republicanos, ya citados, que cumplían allí condena.
Fue profesor de Bolívar hasta que éste cumplió 14 años. Sus relaciones se mantuvieron por unos treinta y cinco años.
Cuando le sorprenden sus vinculaciones masónicas y libertarias con su sabio colega español reformista, nacido en Palma de Mallorca, reo de Estado en La Guaira, Juan Bautista Picornell y sus conterráneos José María España Rodríguez y Manuel Gual Curbelo –quienes redactaron las llamadas «Ordenanzas» de liberación– partió, apresuradamente, para siempre, desde La Guaira, con destino a Jamaica y, luego, a Estados Unidos, donde vivió cuatro años.
En 1801 viajó a Francia; en 1804 se reunió con Bolívar; y en abril de 1805 partieron juntos a Italia; el 15 de agosto de 1805, con Fernando Rodríguez del Toro, presenció el famoso juramento de Bolívar en el Monte Sacro de dedicarse a la causa de la Independencia Hispanoamericana; en 1806 inició su largo peregrinar por Alemania, Prusia, Polonia y Rusia hasta que en 1823 aparece en Londres, donde se encuentra con don Andrés Bello. Es el mismo año en que emprende su retorno a América, por Cartagena de Indias. En 1825 se reencuentra con Bolívar en Lima; en 1834 publica en Concepción, Chile, «Luces y Virtudes Sociales»; en 1839 se reencuentra con Bello en Santiago y deja dos hijos en Chile.
Por último, don Simón se fue a Amotape, Perú, no lejos de Paita, donde un día había visitado a Manuelita Sáenz Aispuru, y allí muere, a los 83 años, en 1854, dos años antes que su buena amiga y el gran amor de Bolívar.
El 28 de octubre de 1997, la Municipalidad de Santiago de Chile develó un busto del insigne Maestro, en la Plaza Venezuela, frente a la Estación Mapocho de la capital como testimonio de admiración y reconocimiento a su obra imperecedera.
Antonio José de Sucre Alcalá casi niño, ya de sub-teniente, como oficial de las Milicias Regladas, se afilió, en Cumaná, su ciudad natal, a la Revolución de 1810 y a la Masonería.
En la Logia de Cumaná su nombre aparece en repetidas oportunidades
Su padre, Vicente Sucre y Urbaneja, fue Alcalde de Cumaná, el primer Ayuntamiento de Venezuela, con no menos de 18.000 habitantes, que, como tal, reconoció el movimiento independentista de 1810. Fue, también, una de las más importantes figuras de la Masonería.
Sucre conoció a Miranda a los 16 años, en Valencia, y allí conoció, también, a Bolívar, en agosto de 1811.
Sucre, el genial estratega, le dio Independencia a Ecuador, en Pichincha, en cuatro horas de valor inigualado, el 24 de mayo de 1822; y a Perú, en Ayacucho –Rincón de los Muertos, en lenguaje indígena–, en tres horas de gloria, el 9 de diciembre de 1824, respectivamente. El glorioso cumanés supo comandar, con brillo y valor, tropas de venezolanos, argentinos, peruanos, ecuatorianos, bolivianos y chilenos.
A los 22 años era general de brigada, a los 24 general de división y a los 29 Gran Mariscal. Los suyos fueron 20 años de vida patriótica y de dominio de los clásicos militares greco-latinos, Federico II de Prusia, Napoleón y Rousseau, el ideólogo. Participó en 37 encuentros de guerra, 12 batallas, 18 combates y 7 sitios, 22 en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en Colombia y 4 en Perú.
El 6 de agosto de 1825, creó Bolivia y en agosto de 1828 renunció a su Presidencia vitalicia. Los 28 mil pesos que le donó el Congreso de Bolivia, los repartió entre los pobres, los huérfanos y las viudas de la victoria de Ayacucho.
La Masonería de Bolivia, particularmente la vieja Chuquisaca, hoy Sucre en su honor y gloria, conserva su nombre como el de uno de los masones más ilustres y de más noble influencia. En Chuquisaca estaba la Universidad de San Francisco Xavier, la más antigua de América del Sur, fundada en 1624.
Sucre –decía Bolívar– es caballero en todo, es la cabeza mejor organizada de Colombia. Su vida es una lección de noble y fecunda trayectoria y de una infinita generosidad. Era 11 años menor que Bolívar.
Los restos de Sucre, que a los 35 años, el 4 de junio de 1830, cayó abatido en las montañas colombianas de Berruecos por los arteros enemigos de la Gran Colombia. Su esposa. Mariana Carcelén Larrea, Marquesa de Solanda y su pequeña hija Teresita, de cuatro meses, le quedaron esperando en Quito.
Sus restos están, desde el 4 de junio de 1900, aniversario del sacrificio del insigne venezolano, en la Catedral Metropolitana de Quito. Tres naciones se disputaron la honra de velar sus cenizas.
Edgar Perramón Q.
E. P. Q.
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* De “Breve Manual Masónico,
Tercera Edición Revisada,
Caracas, 2006